“Sesostris”: Barco hundido en Isla Larga, Puerto Cabello
Para finales de 1940, se encontraban refugiadas 7 embarcaciones extranjeras en la bahía de la ciudad de Puerto Cabello, entre ellas el “Sesostris”. Estas naves mercantes pertenecientes a los países del eje (Italia y Alemania) habían sido sorprendidas por la guerra en aguas del mar caribe; ellas fueron las protagonistas de un interesante y curioso episodio de la segunda guerra mundial que nunca se ha contado. Puerto Cabello para el año 1939 jugaba un papel de gran importancia para el comercio entre Venezuela y Europa. Existía una fuerte colonia extranjera en la ciudad, especialmente la colonia alemana. Se dice que para principios de siglo esta ciudad era el lugar de Venezuela donde se revelaba en su más amplia forma y con gran versatilidad, la iniciativa empresarial de los alemanes; estos eran dueños de las casas comerciales más importantes de la época. La frecuencia de los viajes era tal que se dice era más fácil viajar de Puerto Cabello a Alemania que de Pto. Cabello a Caracas, ya que abordar un barco era mucho más fácil que emprender el camino hacia la capital. Los barcos mercantes rutinariamente surcaban las aguas que separaban América de Europa. Inicio de la segunda guerra mundial El interesante intercambio de bienes y cultura que se desarrollaba fue repentinamente interrumpido cuando en septiembre de 1939 las tropas alemanas comienzan su avance sobre territorio polaco. La segunda guerra mundial había comenzado. Los barcos mercantes pertenecientes a los países del eje que emprendían actividad comercial en el caribe, se encontraron envueltos en una situación bastante difícil e incomoda, ya que eran acosados por barcos ingleses y franceses que se encontraban en la zona; a estas naves les era imposible regresar a sus países de origen. Seis barcos de bandera italiana y uno de bandera alemán pidieron refugio a Venezuela dada su condición de país neutral. El refugio les fue concedido y estas siete embarcaciones se alojaron en la bahía de Puerto Cabello. Estas naves con sus tripulantes permanecieron aproximadamente dos años en la ciudad. Los habitantes de Pto. Cabello recibieron de buena forma a las jóvenes tripulaciones refugiadas y se convirtieron en una especie de invitados de la ciudad. Los extranjeros visitaban con frecuencia el cine, bares, etc. y de alguna forma u otra formaban parte de la población para la época. El gobierno mantuvo su actitud de neutralidad y hasta entregaba los respectivos sueldos a los marineros de los barcos refugiados. Navidad de 1940 La Navidad de 1940 fue triste para las tripulaciones, pero un poco menos para la del “Sesostris”, el único barco de bandera alemana; Ya que estos fueron invitados a la fiesta de Navidad que se solía festejar en el Club Unión, como se llamaba el club alemán de Puerto Cabello. En esta celebración a la cual asistieron los oficiales y los marineros, muchos de estos ofrecieron en venta objetos de artesanía elaborados por ellos mismos, como timones, maquetas de barcos celebres, etc. (Una de estas maquetas que reproduce al “Graf Spee” se encuentra en el poder del señor Enrique Aristeguieta Gramcko. En otros países del continente americano también se encontraban internados barcos en las mismas condiciones. El 29 de marzo de 1941 el presidente de los E.E.U.U. Franklyn D. Roosevelt da la orden de proceder a incautar los barcos alemanes e italianos ubicados en los puertos norteamericanos. A raíz de estas declaraciones México y Cuba toman medidas parecidas. Los capitanes de las naves mercantes habían recibido con anterioridad instrucciones de no permitir bajo ninguna circunstancia que estas embarcaciones cayeran en manos enemigas. El señor Amleto Rovelli Capitán de uno de los barcos italianos llamado “Jole Fassio” relato su versión de este episodio: ” Veníamos lastrados con agua de Génova, con destino a Curazao, a cargar gasolina y kerosén. Nueve meses de guerra Llevábamos nueve meses de guerra y mi país, Italia, seguía en posición neutral. Pasábamos grandes sustos en cada viaje, pues en medio del océano nos detenían las naves aliadas para revisarnos, medir el cargamento y hacernos miles de preguntas, tratando de descubrir si habíamos abastecido a algún submarino enemigo. Además éramos escoltados permanentemente por los británicos, que en cualquier momento podían hundirnos, si desobedecíamos sus ordenes. Fue en ese ultimo viaje de mi vida. El 8 de junio de 1940, cuando recibí la noticia de que Italia entraría en guerra… y, por lo tanto, debería refugiarme en la boca de las amazonas, en Brasil. Sin embargo, antes de llegar al mencionado lugar, recibí una contraorden: debía regresar a Curazao con mi petrolero de nueve mil toneladas de desplazamiento, para cargar combustible. Y así lo hicimos. Sin embargo, estando a tres horas de navegación para llegar a puerto y ya enviados los telegramas anunciando la llegada, a las seis de la tarde me informo el almirante Cavagnari, del Estado Mayor de la marina italiana, que siguiera hasta Venezuela para refugiarme, hundiendo inclusive el barco si fuera necesario. La misma orden la recibieron los demás capitanes, que ya se encontraban en aguas territoriales venezolanas. Fue así como entre al puerto de Puerto Cabello, donde permanecí hasta el 31 de marzo…”. Incautación de barcos A raíz de las declaraciones del presidente Roosevelt, el 30 de marzo fueron incautados numerosos barcos italianos y alemanes que se encontraban en puertos norteamericanos. La información, como un reguero de pólvora, corrió entre los tripulantes de los barcos internados en Puerto Cabello. Y sus capitanes no vacilaron. “El cielo se puso rojo con el resplandor”, “El agua hervía en torno de los barcos”; estos fueron algunos de los titulares que aparecieron en la prensa del 1 de abril. En la noche del 31 de marzo del mencionado año las tripulaciones de los barcos refugiados incendiaron sus propias naves siguiendo las ordenes del alto mando. Aproximadamente a las ocho de la noche ya se habían aglomerado una gran cantidad de personas en el puerto, sorprendidas y confundidas miraban estupefactos el horrible espectáculo. Pronto, se corrió la vos de que esto no era ningún accidente. La población estaba indignada. No podían
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